Cuando modificamos nuestras creencias más profundas, también cambia el cómo vemos las cosas, nuestra realidad. No se trata de ser distintos, porque ya somos perfectos. Se trata de ser capaces de elegir una nueva visión de la vida que nos aporte felicidad, de que experimentemos todo aquello que nos trae paz, alegría, abundancia, salud y buenas relaciones. En definitiva, que nos aleje de todo lo que realmente no queremos experimentar. Las ideas están en nosotros, pero las creencias las vivimos, y es ahí donde reside el auténtico reto, en darnos cuenta de cuáles estamos manifestando y haciendo posibles en nuestra vida. ¿Por qué no enfocarnos en cambiarlas?